Mi padre dice que siga el camino
aunque no haya baldosas amarillas
aunque el aliento sólo salga
aunque no haya aire ni agua.
Mi padre dice que aguante el camino
aunque haya cardos
aunque todo mi cuerpo sea herida
porque toda herida también es de un cuerpo.
Mi padre ordena y manda y yo callo
y meto la mano entre las zarzas
compruebo que el amor duele
sin rechistar aguanto el grito
y sigo el camino.
El de mi padre.
Su recuerdo se refleja en la punzada de mi carne.
Bajo mis pies, sus huellas me hablan.
Y dicen: no sigas el mío.
Y yo desobedezco.
Este poema fue escrito en julio de 2016. Antes de iniciar la carrera. Aunque escrito durante un camino por el Torcal (en el que sí, me estaba pinchando con cardos), hablaba ya de un camino más allá de lo físico, de un camino que estaba por empezar.
Los hijos de un padre médico se podrán sentir identificados conmigo en cuanto a la cantidad de veces que la gente de alrededor nos dice que hacemos medicina como nuestro padre/madre, como si ellos nos lo hubieran impuesto o nos hubieran convencido de ello. Incluso muchas veces lo afirman así.
No sé de otros casos, pero en el mío mi padre nunca me instigó a “seguir su camino”, en todo caso hizo justo lo contrario pues desde el interior de la vida familiar vives las desventajas del trabajo de tus familiares: yo recuerdo el estrés continuo, recuerdo esperar hasta las tantas a la comida y comer resignados sin mi padre, la ausencia de horarios, las veces que se levantó en la noche para ir al hospital.
Lo veía irse el primero, volver el último; coger responsabilidades de otros compañeros que no le correspondían y aceptarlas como suyas, porque esas responsabilidades eran pacientes, personas.
Lo he visto no parar de estudiar en lo que llevo de vida, pasar en su despacho las tardes enteras; trabajar el día de Reyes, clasificar los descansos en ‘guardias’ o ‘libres’. Lo he visto luchar por querer mejorar la asistencia sanitaria, y lo he visto rendirse, quemarse, traer las llamas a casa.
Sin embargo, aquí estoy yo, (también mi hermano, por cierto) siguiendo sus pasos, estudiando medicina. La carrera que, en ocasiones, incluso él nos dijo que “no estaba pagada”.
En nuestra casa no nos han convencido con palabras, eso seguro, para hacer medicina. Pero de cerca, además de la parte cruda de su realidad también he visto a mi padre estudiando rodeado de tomos de medicina que compró con sus primeros sueldos, ilusionado; he visto antiguos pacientes de mi padre viajar horas y horas para que les atendiera cuando ya no vivíamos en esa ciudad; los he visto paseando por la ciudad, recuperados, pararse a saludar a su médico, sentirse agradecidos y mostrarlo por todos los medios posibles.
Lo he visto en consulta, encontrando las palabras adecuadas; su capacidad de cuidar a quien se dejaba a sus manos; la total confianza que le depositaban.
Comer satisfecho su almuerzo frío tras el trabajo.
Lo poco, o mucho, que he vislumbrado del camino ha hecho que algo en mí siempre haya querido recorrerlo.
Espero, algún día, poder alcanzar a mi padre.
*Otra cosa que me ha acompañado desde muy pequeñita es la escritura, en todas sus formas. Afición que en muchas ocasiones se ve ligada a la medicina en mis relatos o poemas. En queridoveintidos.wordpres.com comparto algo de lo segundo, ya que los relatos son difíciles de compartir por estos medios. Sin embargo, si alguien comparte este hobby y siente curiosidad me encantará compartir alguno mediante otras vías.
Luisa Carmona Romero
Alumna de 5º de Medina, Universidad de Málaga