¡Méceme madre!

Seguro que si cierras los ojos, en esos momentos en los que sientes que el aire no alcanza resarcirte de un largo día, se dibujan momentos inolvidables, mágicos e inalcanzables en ausencia de calma. Esos momentos en los que añoras el ocaso del sol después de todo un día de juegos, cuando la paz era el regazo de tu madre, igual de cansada, pero dispuesta a tejer la tela de tus sueños.

Déjame sentir que esta noche

no terminará con el sueño,

que la calma que acunará mis ojos,

la gestionas con hilos invisibles que no veo.

Permite que un corazón camine

a la distancia precisa y acompase

el parpadeo de tu mirada,

bajo el preciso perfil de tu sombra.

Vuelve a cubrirme con parte de tu pelo,

mientras se derrama entre mis dedos

cuando apenas mantengo los ojos abiertos.

No me dejes dormido más allá del momento

que permita despertarme junto a tu latido,

vencido por una larga noche.

Déjala apartar el día,

permite que lo deje atrás,

sentado en la acera de lo diario.

Permíteme sentir lo extraordinario

que precede al sueño y

permitirá ser lo que yo quiera.

Bésame mientras duermo,

para hacer que mi sueño no acabe,

déjame abandonar el día,

que me aparte del camino y vuelva

a sentirme un ser extraordinario.

!Méceme, de nuevo, madre¡

José Antonio González Correa