Antes de leer esta nueva entrada, vuelve la leer en este Blog: La muchacha de los labios rojos.
La cinta de mi Lepanto
Hay muchas historias sobre el traje de los marineros, sobre el porque el pantalón no tiene portañica o porque los gorros tiene esa forma. Pero de todas las prendas que lleva la gente del mar cuando está en tierra, hay una que tiene un significado muy especial para todos los que la hemos llevado, me refiero a la cinta del Lepanto.
Ese trozo de tela que rodea la parte inferior del gorro y que tiene grabado el nombre del barco en el que sirves, representa algo muy especial. Te da identidad y confort ,y te recuerda cuando andas por las calles, esas chapas de madera o hierro que cuando estás en el mar te separan de la muerte.
Es tradición o al menos lo era cuando yo la llevaba, que cuando te ibas de la marina, le regalabas el Lepanto a un amigo que se quedaba, pero te llevabas como un preciado tesoro esa cinta que te recordaría siempre cual fue tu hogar durante un tiempo.
María, cuando naciste te regalé un enorme muñeco de marinero con la cinta de mi Lepanto sobre su gorra. Fue mi mayor homenaje y puedes presumir ante el mundo que eras tu quien la tenías. Pero ahora te has ido, y al enterrarte me he acordado de esta historia. No podré recuperar las palabras que no te he dicho, ni los abrazos que pocas veces te dí; pero no puedo quitarme de la cabeza tu eterna sonrisa o tu amor al Barça o a Alejandro Sanz.
Y es que la muerte siempre nos pilla a trasmanos. En Medicina hay dos especialistas para nacer, ginecólogos y neonatologos, pero ninguno para morir. Y es que vivimos como si fueramos eternos, pero no lo somos, y cuando alguien a quien queremos se nos va, el llanto nos hace pensar.
No escribo estas palabras, para ti, porque nunca las leerás, ni para nadie que no haya llevado un Lepanto en la cabeza, las escribo para aliviar mi dolor por tu muerte, la chica a la que regalé la cinta de mi Lepanto, o como tu decías, “solo por informar”.
Alférez de Navío, Nao Flor de Caña
