La 45.
24.06.2021
Javier Pérez-Frías. UMA.
Si yo les hablo de la 9ª y no les doy más datos no van a saber a que me refiero. O quizá sí.
Si les digo la novena compañía de la División Lecrerc, la “española”; con un móvil a mano ya saben de que hablo. Sí, fueron los españoles que liberaron Paris durante la segunda guerra mundial. Jóvenes, que se hicieron hombres sobre los campos de batalla de Europa por unos ideales que supieron hacer suyos durante siete años de guerra.
La “45” es la XLV promoción de alumnos egresados de nuestra facultad de medicina. Se graduaron ayer. Y lo hicieron, por mor del coronavirus, en una ceremonia cuasi clandestina a la cual tuvieron la deferencia de invitarme, como a un grupo muy reducido grupo de profesores y de su muy emocionada madrina. Nunca me pregunto, en este tipo de ocasiones, ni por qué me invitan ni por qué me excluyen; entiendo que no es problema mío y que, quien o quienes lo hacen, tendrán sus motivos. Mi único problema es aceptar o rechazar. Y en este caso concreto acepté. Y lo hice encantado por las razones que les expongo.
Su promoción, queridos alumnos, si ustedes no lo hubiesen remediado, sería la del no. No tuvieron clases, no tuvieron prácticas, no tuvieron ilusión por terminar; por no tener, ni fiesta de graduación tenían que haber tenido. ¡Pobres!
Una de sus profesoras, mejor hecha que yo – en todos los sentidos – me hizo ver, como de pasada, que no estaría bien que yo acudiera a su fiesta, bebiera su vino y comieses sus canapés a cambio de nada … y que a lo mejor, debería tener preparadas algunas “improvisadas palabras” de agradecimiento. Y, por si sí o por si no, estas son mis “improvisadas palabras”.
Ustedes, queridos alumnos, han logrado superar esta pandemia. Esta nube negra que cayó sobre nosotros sin saber de donde, cómo, ni por qué. Ustedes han convertido lo imposible en posible. De la negrura de la desesperanza que lo amenazaba han logrado mantener, y sacar con vida, un ideal.
De la ausencia de referentes entre su profesorado han logrado hacer brillar el bronce ajado por la desmemoria y la pereza. Del desinterés provocado por la clase manida y cien veces repetida han logrado qué, al otro lado de la fría pantalla de la clase virtual aparezca, cercana, la cara de un amigo.
A través, y son palabras a nosotros enviadas por ustedes, de un “mail” o del “whatsapp” han logrado conocer a un profesor interesado, a un compañero olvidado o a un amigo cercano que se ha sentado a su lado durante cinco años de facultad y al cual, para desgracia de ambos, no conocían. E incluso, algún tierno amor habrá brotado.
El dolor, la impotencia, la rabia y la falta de esperanza en un futuro colectivo inmediato ha hecho surgir el pequeño héroe que todos llevan dentro, como el niño que hemos intentado mantener oculto todo este tiempo y, apoyados uno en el otro, todos, hemos abandonado las trincheras y los miedos que nos mantenían pegados a su fangoso suelo, para saltar fuera, hacia la luz y la libertad – un poco como aquella legendaria novena – entendiendo que el único camino para la salvación era la victoria. Y que ésta sólo era posible si era de todos. Algunos, como olvidarlo, cayeron. Quizás los mejores. Pero precisamente por ellos, y también para ellos, hemos vencido.
Nec tecum possum vivere nec sine te. Horacio, Marcial y Ovidio vienen en mi ayuda. Y con ellos quiero decirles, ahora que de verdad, como muy bien sus representantes expresaron ayer, ahora comienza su andadura como médicos, la profesión que han elegido: Abracen el día.
Carpe diem ¡¡¡
Sapias, vina liques et spatio brevi spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit invida aetas: carpe diem, quam minimum credula postero. Ovidio. Odas.1:11. (Sé sabia, filtra los vinos y acorta al tiempo breve la esperanza larga. Mientras hablamos, se habrá fugado el tiempo celoso. Abraza el día y confía mínimamente en el futuro.) O con nuestro insigne Don Francisco: Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto …
Carpe diem. Felicidades XLV promoción.
L@ promoción #m@shUMAn@