Flor. Sailing to Never Again.

Querida tripulación:

Esta es una carta a todos y cada uno de vosotros. A los que habéis
navegado conmigo y en mi, a los que lo habéis reconocido y a los que no. A
todos. La última.

Los barcos tenemos vida, corazón, sentidos y sentimientos. Y he visto
y oído cosas que me han obligado a escribiros. Dice Pérez Reverte que los
barcos, y los hombres, se pudren en tierra. También se dice algo parecido
en “El capitán del Arriluze” de Luis de Lezama y cualquier buen lector de
Conrad seguro que relata de corrido frases parecidas.
La imaginación de todos, y la necesidad de mantenerse a flote en los
momentos mas duros y desesperanzados de en esta pandemia que nos
asoló, me creó y, dejadme al menos creerlo así, entre mis cuadernas
encontrasteis refugio, consuelo, la amistad del otro y razones para luchar y
seguir viviendo. La información, la ciencia, las gráficas y las curvas, las penas
y las alegrías, los hechos heroicos y los miedos de cada uno, las ideas, la
poesía, las músicas, las canciones, las fotografías y las imágenes, las
películas, los libros, los logros y las decepciones, el esfuerzo y el cansancio,
ya fuese individual o colectivo, todo ha tenido – sin censura de ningún tipo
– cabida en mi. También la enfermedad y el dolor que con ella nos llegó, y
la recuperación física y mental que trae la curación y el retorno a nosotros
del amigo hospitalizado.

Todo lo anterior es logro vuestro, que no mío. Durante semanas he
sido vuestro mundo o, por lo menos, parte de vuestro mundo.
Entre el balasto y las cuadernas de mi sentina se han ido acumulando
las palabras que recogen mis velas; he oído cosas que me hacían presagiar
un triste final para mi, quizá embarrancado en un arenal. Desfondado y
desguazado. Oxidado. Y he decido rebelarme ante ese oscuro y poco feliz
destino. Ese no será mi fin. La imaginación es poderosa y las de los barcos,
especialmente la de los veleros navíos de guerra, más. Mucho más.
Como tripulación habéis dejado de creer en mi; eso me dice que
afortunadamente ya no os hago falta. Y eso es bueno. Además, la
permanencia pudre, No quiero empecinarme en un objetivo sin rumbo.
Emulando lo que hizo mi colega Jolly Roger con Pan, os he desembarcado.
Estáis en tierra. En la realidad.


Todos estáis fuera del rol del Flor de Caña, desenrolados. Excepto,
naturalmente, Pepe y Toña que si vienen conmigo navegando, en poderosa
escuadra, con otros barcos míticos. Voy, como podéis verme, surcando el
éter en perfecta línea de combate, con todo el trapo desplegado
incluyendo las gavias, los alerones y el perico, tras el Jolly Roger y La Perla
Negra
, sin perder su estela, precediendo al Nautilus, que navega hoy en
superficie, y este a su vez delante del Pequod, el Cisne Negro, el Argos, la
Bounty, el Demeter, y tras nuestro primer grupo veo por el catalejo que se
están uniendo a la línea el Patna, el Faraón y las rápidas fragatas Hispaniola
y Surprise, con el Acheron ya navegando en conserva, como aliado. Las
fragatas se van dejando caer ya a babor o a estribor, trayendo señales y
aparejos a los navíos, mas lentos y de mayor porte, que conformamos la
escuadra; a mas de subir y bajar la línea recorriéndola continuamente en
labores de vigilancia y aviso.

Navegamos veloces con el buen viento entablado de la fantasía, junto
con otros buques que se irán uniendo a nuestra derrota, hacia el País de
Nunca Jamás.

Pero no penséis que os abandono en una playa inhóspita o una isla
desierta. No. Cada uno en su imaginación, me tiene como él me ha querido
tener; y yo me he transformado, sólo para él y para siempre, en el buque
de sus sueños. A los cuales tengo acceso, puesto que los han soñado
muchas noches en mi seno.

Así para nuestro comandante se que soy el acorazado Aurora
disparando sus cañones en defensa del pueblo, contra las tropas zaristas en
las escalinatas y el mismísimo Palacio de Verano de San Petersburgo.

El buque de Don Blas de Lezo es en el que lucha denodadamente
nuestro alférez, poniendo al almirante inglés Vernon de rodillas ante
Cartagena de Indias. La batalla de la Oreja se llamó a esta gesta.
Y para nuestro oficial de avistamientos no puedo ser otra nave que
La Pinta, la mas marinera de las carabelas , que fue desde la cual Rodrigo
Pérez de Acevedo – Rodrigo de Triana – grito un sonoro ¡Tierra¡ una
mañana de octubre. Ayer.
El artillero de proa no puede verme sino como el San Juan
Nepomuceno en Trafalgar, luchando él sólo contra la mitad de la flota de
Nelson. Erizado de cañones que nuestro artillero, hecha jirones su camisola
malva, dispara uno por uno personalmente, recorriendo las dos cubiertas
de sus dos puentes de proa a popa, ebrio de valor, pólvora y ron.
Soy el primer galeón de Filipinas, el del tornaviaje de Urdaneta, que
comanda Cabello Azul viendo, al fin, su querido Perú desde el Pacífico.
Para nuestro pisahormigas soy el lanchón de desembarco que
remonta el Manzanares, con el nombre de Reina de África en su popa, con
su particular Hepburn a su lado socorriendo Madrid.
Y el Victory, con su elegante comedor de oficiales; donde nuestra
OEM en misión diplomática mira, con arrogancia apenas disimulada, a los
estirados ingleses, mientras brinda con una copa de jerez español en su
mano.

Y el María Pita, donde Ely, se sueña ella y la soñamos nosotros, como
la compañera ideal de Isabel Zendal y los veintidós ángeles que transportan
la vacuna en mi interior, y en el suyo.

También soy el SS Ponce, comandado por nuestra muy eficiente
oficial de transmisiones, desde el que Marconi transmitió al mundo la
American Cup, el primer programa radiado.

Y el elegante esquife, que sigue mi tenue estela amarrado al
antefanal de mi popa, donde Pepe y Toña ponen a remojo sus colas
haciendo timón sobre un mar de cristal, soy yo.

Como soy el Americo Vespucci, tuneado con velas rosas, en el soñado
rosado sueño de nuestra PinkGyn.

Y el gigantesco e inmortal petrolero Knock Nevis, que no podía
maniobrar ni en el canal de la Mancha debido a su eslora de casi medio
kilometro, tripulado por nuestra inmortal sobrecargo con los emblemas de
la GC en las amuras, lleno a rebosar de material propio y confiscado.
Y todos los que seguirán también soy yo en la imaginación de sus
tripulantes; empezando por el buque oceanográfico Hespérides en que
navega, haciendo elipses y parábolas impensables de esperanza, nuestro
curvilíneo oficial de derrota.

La Nuria – preciosa barca catalana de velas latinas y toldilla, en que
nuestra dulce oficial N acompaña a su querido avi a la búsqueda de
caracoles/caracolas en el increíble mar índigo de la Costa Brava – también
soy yo en los sueños de ambos.

Y soy el drakkar que timonea con mano firme Khalessi, madre de
dragones, mientras los contrala tan sólo con su maternal mirada
Y el Hukelberry Finn, vapor fluvial de inmensa rueda en cuyo salón
juegan al póker, con los Colts ostensiblemente a la vista, tres hombres
buenos; mientras la noche va cayendo sobre una intemporal New Orleans
que refleja sus luces en el Missisipi de Twain.

También soy la Kon-Tiki que demostró, guiada por la
GuardiamarinaAndina, el origen suramericano de los polinesios. E incluso el
sigiloso submarino Peral, eléctrico y silencioso, de nuestra siempre callada
y observadora Ana.

O el famoso yate Calypso del Comandante Custeau, por el que
aprendimos a amar el océano, que tanto atrae a nuestra gabachita.
Y obviamente, y eso todos lo sabéis a estas alturas, la rápida Surprise
donde Maturín y Jack repiten, obstinadamente a dúo, obras de Corelli, Bach
y partes de la Música Nocturna de Boccherini. Aunque el Segundo, que
oculta más cuanto más dice, no puede esconderme a mí que sueña ir
embarcado en el navío de línea Don Pelayo, con Cayetano Valdés de
capitán, y abordar, para lograr rescatarlo del Inglés, el mastodóntico
Santísima Trinidad, casi capturado en la batalla del Cabo San Vicente. No
sirvió de gran cosa … se acabaría perdiendo en Trafalgar.
Estáis todos en tierra. Tanto los que no querríais dejar de navegar
como los que no han querido hacerlo conmigo. O no han querido que se
sepa que lo han hecho.

Fin de la historia.

Sólo unas palabras mas. Los “segundos” de los barcos son como
madres para la nave en que sirven , se quedan junto a nosotros cuando nos
ponen en dique seco para carenarnos o cuando nos desarbolan para
repararnos. Y el segundo del Flor os puedo asegurar que ha cumplido. Él es
más Pan que ninguno y el Jolly le tira mucho; pero Wendy – que lleva
cuarenta y cinco años aguantándole sin que se le note – tiene bastante que
ver en que me eligiera a mi. Despedidme de él. Y cuidarle, os lo pido y creo
que se lo debo; es mucho más frágil de lo que pretende aparentar y os
necesita más a vosotros que vosotros a él. Yo lo sé y él … también. La verdad
es que se defiende como puede. Cuando su mundo no le gusta se inventa
otro. Pero tiene el peligro de que se le olvide volver.

The last but no least…si tenéis necesidad, saudade, morriña y esas
cosas, recordad que la imaginación y un pensamiento alegre es lo único que
necesitáis para volver conmigo. Hay otros mundos, pero están en este.
Mirad, aunque sólo sea de vez en cuando, las estrellas; y la luna. Si
veis el Jolly Roger de Pan, buscadme, yo estaré cerca, a su estela.

Buen viento y buen mar queridos compañeros. He
sido/soy/seré feliz con vosotros. Cuidaos de la costa a
sotavento.
Flor de Caña.

NdR