Siempre me gustaron los números. Una de mis diversiones de niño, que aún sigo conservando, es jugar en mi cabeza con los números. Cuando me ducho cuento los azulejos, en la calle voy numerando las baldosas y en muchos bares cuento los vasos que hay en las estanterías. No me preguntes por qué, pero me gusta que sean múltiplos de 9. No todos los números son iguales.
Por eso a lo mejor el día que cumples 30 años es muy especial para mí. A esa edad salió Jesucristo de casa de sus padres para ser un adulto independiente y para mí significa que ya eres formalmente un hombre. Sí tonterías, pero no puedo evitar sentirlo. Hasta ahora yo era la primera línea de la vida y tú, mi cachorro, ahora eres tú el jefe de la manada.
El ADN no es más que un virus grande, que solo pretende replicarse para seguir vivo: tú tienes la mitad del mío, pero el ADN de los humanos necesita de un control. No deja de ser una paradoja que las neuronas, las controladoras, no puedan replicarse. No se pueden dividir por mitosis, su única posibilidad de supervivencia son los hijos. Menudo lío.
Cuando eras pequeño, para mí tu canción era “nanas de la cebolla”. Aun soy incapaz de escucharla sin que se me haga un nudo en la garganta, pero ahora has crecido y he cambiado de canción. Desde hace un tiempo tu canción es para mí “palabras para Julia”, en la que un padre escribe versos a su hija y le transmite que él siempre estará ahí.
Es difícil explicar lo que es el sentimiento de un padre hacia su hijo, pero volveré a tomar palabras prestadas. Cuando murió el padre de mi jefe, me dijo algo que nunca olvidaré: “La persona que ha muerto, no es la que yo más quería, pero era la que más me quería a mí».
Un abrazo muy fuerte en tu 30 cumpleaños.
Firmado: El Alférez