El enigma de la manzana mordida

 Que Dios te guarde amiga, y puedas siempre ser 

la muchacha que eres, la muchacha que fuiste. 

ESR 

¿Quien fue Alan Turing? 

¿Qué era la maquina Enigma? 

¿Qué significa el logo de Apple? 

Alan Mathison Turing, (Paddington, Londres; 23 de junio de 1912-Wilmslow, Cheshire; 7 de junio de 1954), fue un matemático, lógico, informático teórico, criptógrafo, filósofo, biólogo teórico, maratoniano y corredor de ultradistancia británico. Y así empieza su entrada en la Wikipedia. En esta fotografía contaba sólo dieciséis años de edad. 

Enigma era el nombre de una máquina de rotores que permitía usarla tanto para cifrar como para descifrar mensajes. Patentada en 1918 por la empresa alemana Scherbius & Ritter, cofundada por Arthur Scherbius, quien había comprado la patente de un inventor neerlandés, se puso a la venta en 1923 para uso comercial. En 1926, la Armada alemana la adoptó para uso militar y poco después se extendió a las demás fuerzas armadas alemanas, con amplia utilización antes y durante la Segunda Guerra Mundial. 

Supuestamente indescifrable y fácil de usar; estas fueron razones para su amplio uso. Sin embargo, gracias a investigaciones de los servicios de inteligencia polacos, que instruyeron a los franceses e ingleses en el sistema de cifrado, este fue finalmente descubierto. La lectura de los mensajes, protegidos es considerada como una de las causas que propicio el fin anticipado de la Segunda Guerra Mundial; al menos dos años antes de lo que habría acontecido sin su descifrado. 

Todo comenzó en 1976. Fue entonces cuando se diseñó el primer logo de Apple, obra de Ronald Wayne, al que a veces se nombra como tercer cofundador de la compañía, junto a los dos Steve: Steve Wozniak y Steve Jobs. 

El logotipo primigenio de la compañía muestra a Isaac Newton sentado bajo un árbol y, sobre él, una brillante manzana a punto de desprenderse. En el marco podemos leer «Newton… a mind forever voyaging through strange seas of thought ….alone» (algo así como: Newton … una mente siempre viajando por los mares extraños del pensamiento …. solo). 

Lo único en común entre este logo y el actual es la presencia de la manzana, aunque en este caso no sea la protagonista absoluta. Viendo que el logo con Newton no terminaba de cuadrar, fue el mismo Steve Jobs el que encargó a Rob Janoff un nuevo logotipo. Fue en este momento cuando se diseñó la ya mítica manzana mordida que pasará a la posteridad como la imagen que representa una gran historia de una gran compañía, aunque en ese momento no se sabía. 

¿Que tienen que ver entre si? 

Este diseño de Apple no está libre de leyendas urbanas y posibles significados alternativos: desde historias que cuentan que la manzana hace alusión a la manzana envenenada con la que se suicidó el matemático y padre de la computación Alan Turing a simbolismos bíblicos como la manzana del árbol de la sabiduría mordida por Eva, representando la tentación o el atrevimiento. Nada más lejos de la realidad, Apple nunca ha confirmado estas teorías y de hecho es tal el secretismo de su significado que no se conoce hoy en día, quizás porque no lo tenga. 

Pero es bonito fabular que sí, en base a los hechos que conocemos. Y a eso vamos. 

Durante años se rumoreó que la manzana de Apple era un homenaje al matemático inglés Alan Turing, que murió envenenado por el cianuro que se encontraba en una manzana. El precursor de la informática fue perseguido por ser homosexual y no está claro si fue asesinado, se suicidó o murió por accidente. 

Como dibujar a Newton en los ordenadores era complicado, Janoff optó por el dibujo esquemático de una manzana. A Jobs le pareció bien, peor solo puso dos condiciones: una, que la manzana tenía que parecer una manzana y no una cereza, así que añadió un mordisco para que quedará claro; y dos, tenía que ser de colores, porque la gran novedad del Apple II era su colorida pantalla, que le hacía destacar frente al monocromo de la competencia. 

Aprovechar el tiempo. A tope. Eso es lo que hizo Alan Turing en sus breves 41 años de existencia. Enigma era la mejor máquina de cifrado de la historia y los nazis la usaban para sus comunicaciones. Todos creían que Enigma era indescifrable. Menos Alan Turing. Y lo logró. ¿Cómo? Creando el primer ordenador del mundo. Ni más ni menos. 

Así era Turing, el hombre de ojos azules que sabía demasiado. Pero tenía un secreto que, para la pacata, represiva e hipócrita sociedad británica de los años 40 y 50, no era admisible, ni siquiera en la intimidad: era homosexual, algo que entonces se consideraba una actividad criminal. De hecho, en el Reino Unido no dejó de ser delito hasta 1967. 

Turing, hombre simpático con un sentido del humor irreverente y contagioso, gustaba de trabajar solo, era espartano, patriota y original. Siempre aparentó menos edad de la que tenía. A los 9 años lo recluyeron en un internado para niños de la clase alta. Era guapo, cohibido, reservado, tímido, pero divertido y alegre, y algo raro (como Benedict Cumberbatch, quien le da vida en ‘ The Imitation Game ‘ (Descifrando Enigma)). Estuvo a punto de representar a su país en el equipo de maratón en las Olimpiadas de 1948.. 

La revista Time lo incluyó en la lista de las 100 mentes más brillantes del siglo xx, junto con los hermanos Wright, Albert Einstein (ambos estuvieron en el mismo departamento en la Universidad de Princeton) o Crick y Watson (descubridores del ADN). 

A los 24 años (1936) publicó ‘Números computables’, un trabajo que se considera la piedra angular de la informática moderna. En 1939 es ya profesor de Lógica matemática en el King’s College. Poco después comenzó 

a pelear en la batalla para descifrar los mensajes que generaba Enigma, el artefacto de cifrado militar alemán parecido a una máquina de escribir. 

Con máscara de gas, los pantalones sujetos por una cuerda o un pijama debajo del abrigo, un desaliñado y balbuceante Alan Turing llegaba cada día en bicicleta a Bletchley Park. Era hombre de pocos amigos, pero a los que tenía tampoco les podía contar lo que pasaba allí dentro. Encabezaba un equipo de mentes privilegiadas como parte del proyecto ‘Ultra’, una operación secreta del gobierno británico que daría un vuelco a la Segunda Guerra Mundial. 

Al estallar la guerra, Alan Turing convenció al Primer Ministro Británico – Winston Churchill – para que le dotara de los medios adecuados para descifrar los códigos secretos nazis que la Marina alemana empleaba para enviar las instrucciones a los submarinos que hundían en el Atlántico los convoyes de ayuda material traída de Estados Unidos. 

Al mando de esta división de Inteligencia Británica, Turing desarrolló los procesos y las máquinas para efectuar los cálculos combinatorios necesarios para descifrar los códigos. Se estima que el descifrado de los códigos secretos pudo acortar la Segunda Guerra Mundial entre 2 y 4 años lo que supone, hablando de “números computables”, un incalculable número de vidas humanas. 

Si bien Turing había probado las limitaciones de una maquina a la hora de resolver problemas matemáticos también había exprimido su potencial para resolverlos! 

Un solo día después de estallar la guerra, el brillante y excéntrico Turing emprendió la misión imposible: encontrar la forma de descifrar el sistema de encriptación de los nazis, Enigma, considerado impenetrable por la jerarquía alemana. Era una apuesta suicida: las probabilidades eran de 150 millones de millones de millones contra una. O eso era de lo que el enemigo presumía. A esa máquina diabólica, Turing enfrentó desde su factoría de criptoanálisis otra máquina anti-Enigma, que ya en 1943 lograba descifrar 84.000 mensajes al mes. Acorto la contienda; puede decirse que Turing, junto a Churchill y Eisenhower, fue una de las figuras principales en la victoria contra Hitler 

Tras varios años de trabajo, Turing y sus colegas lograron ‘romper’ el código. Se sirvieron de computadoras pioneras, que recibieron apodos como la ‘Bomba’ o el ‘Coloso’. Sus hallazgos salvaron cientos de vidas aliadas en la Batalla del Atlántico y, apuntan los historiadores, adelantaron el fin de la guerra en al menos dos años. 

Si viajamos cuatro años atrás en el tiempo, a 1935, nos encontraremos al Turing más académico y menos glamouroso, el padre de 

todos los ‘geeks’ que cambió la historia para siempre y sin hacer ruido, al sentar la base de la informática y los ordenadores modernos. Lo que conocemos como ‘máquina de Turing’ no es otra cosa que un diseño abstracto, utópico, de una computadora con una memoria infinita y un escáner que la recorre de un lado a otro leyendo e introduciendo símbolos. Más tarde se le ocurriría que el aparato podría aprender de la experiencia, un concepto que aún hoy se encuentra en desarrollo, con cada vez más dispositivos y aplicaciones tratando de ‘conocer’ al usuario y personalizar la experiencia de uso. Era la primera de tantas aportaciones de Turing al terreno de la inteligencia artificial. Durante la guerra, en Betchley, sacó tiempo para aplicar algún otro concepto de esta materia en rudimentarios programas de ajedrez. Los actuales superordenadores, maestros de la disciplina, le deben mucho a estos primeros jugadores con cables. 

Más tarde, en los últimos compases de la primera mitad de siglo, ya pasada la contienda, el entonces Director del Laboratorio de Informática de la Universidad de Manchester propuso, en un artículo publicado en 1950, uno de sus más célebres experimentos, conocido hoy como el ‘Test de Turing’. Existen multitud de variantes de esta prueba, pero en esencia involucra a un juez que trata de distinguir, por medio de preguntas, cuál de los dos sujetos del experimento es un ordenador y cuál es un humano. En teoría, la persona debe comportarse con normalidad y es la máquina quien debe aparentar inteligencia humanoide. Todavía en nuestros días es terreno de ciencia ficción que una máquina llegue a igualar nuestro intelecto. 

Turing falleció en 1954. Su muerte no conmocionó a la opinión pública. De hecho, pocos se enteraron. Turing no era un icono de la industria en los primeros años de la informática, sino más bien un teórico, y de los más modestos pese a su extravagancia. Vincular sus trabajos con aplicaciones prácticas era complicado y mucho de lo que le debemos se ha instalado en la mente colectiva como una creación americana. 

Pero hay algo más. Algo turbio. El 7 de febrero de 1952, Alan Turing fue arrestado por mantener un romance con un joven de Manchester. Ser homosexual era un delito en la Gran Bretaña de mediados de siglo y le obligaron a inyectarse hormonas femeninas como método de castración. Era el único modo de eludir la cárcel. 

Comienza así su leyenda negra, la tragedia de Turing, que se completa con una muerte de cuento, probablemente calculada al milímetro por el propio científico. Apareció envenenado junto a una manzana mordida (¿a alguien le viene a la mente el logo de Apple?), aunque al parecer él mismo bebió el cianuro que llevaba dentro. Algunos han 

conspirado con la idea de que se lo hicieran beber, que no fuera un suicidio, pero en cualquier caso la presencia de la fruta de Blancanieves en su lecho de muerte debió de ser su mensaje a la posteridad. Tal vez algún día logremos descifrar el código con que lo dejó encriptado. 

Murió cuando se hallaba en un trabajo revolucionario sobre el crecimiento biológico. Fue una especie de mártir-víctima de la intolerancia inglesa. Pocos científicos han logrado en tan corto espacio de tiempo de vida avanzar en tantos campos del saber: lógica, computación, criptografía, neurociencia, inteligencia artificial y biomatemática. 

Ah, y otra cosa: fue la primera persona de la Tierra que escribió su correspondencia con un procesador de textos. (Y no era Word). 

El 19 de agosto de 2014 sucedió algo excepcional. La reina Isabel II de Inglaterra proclamó el indulto póstumo a Alan Turing (1912–1954). Terminó así un largo proceso del estado británico para disculparse con una de sus figuras científicas más sobresalientes del siglo XX, cuyas aportaciones tuvieron un impacto histórico. 

No, este no es Alan … ni la reina Isabel en sus años mozos … os lo cuento otro día. Os va a encantar.